La Semana Santa de Zamora, declarada de Interés Turístico
Internacional, es una de las manifestaciones religiosas más importantes de
cuantas se celebran en el país. La implicación de los zamoranos ha sido
fundamental para que la fama de esta Semana de Pasión haya traspasado las fronteras
del país. La religiosidad con la que se viven las procesiones, la
espectacularidad de las tallas que desfilan y el casco antiguo por el que
discurren han ayudado a crear un ambiente difícilmente igualable.
La singularidad que viene determinada en su mayor medida por la implicación
de todo un pueblo tiene un importante apoyo en unos personajes únicos en la
celebración de esta Semana de Pasión. Es el caso del Merlú,
o lo que es lo mismo, una pareja de congregantes que, durante las horas
previas a la procesión, convoca a los cofrades para que acudan a la misma.
Tampoco se podrá olvidar al tradicional Barandales, una figura con un peso
tal que desde hace años se otorga un premio que lleva su nombre, que recae en
la persona o institución que más ha hecho, desde diferentes escenarios, por
difundir la Semana Santa zamorana. Volviendo al personaje del Barandales, se
trata de un personaje típico que acompaña a las procesiones, ataviado con una
túnica de especial diseño con los colores de la cofradía y dos esquilas,
también personalizadas, para cada hermandad. Se sitúa en la cabecera de los
desfiles detrás de la cruz guía y tañe las esquilas a su paso con el objeto
de anunciar a las gentes el paso del desfile.
Sus tallas
Aunque la mayor parte de las tallas se pueden ver en el Museo de Semana Santa
a lo largo del año, no es comparable con el momento
en el que desfilan entre las calles del casco viejo de Zamora, entre sus
casas de piedra que aportan unas tonalidades inimaginables. La belleza, en
general de sus tallas, hace muy difícil destacar alguna en concreto, aunque a
pesar de ello los zamoranos siempre han mostrado su inclinación por unas u
otras. En cualquier caso, es de obligado cumplimiento recordar a imágenes
como ‘La Lanzada’, uno de los pasos más populares realizados por el imaginero
zamorano Ramón Álvarez, o ‘El Cinco de copas’, de Justo Fernández. Del
valenciano Mariano Benlliure son los pasos del
‘Descendimiento’, una imagen formado por ocho
figuras: el Cristo, la Virgen, San Juan, la Magdalena, María Salomón, María
Cleofás, José de Arimatea y Nicomedeo.
Y, cómo no, la imagen titular de la Cofradía es el Cristo de las Injurias,
considerada como una de las mejores tallas de Crucificado del renacimiento
español.
Procesiones
Desde el Viernes de Dolores al Domingo de Resurrección las calles se
convierten en un inmenso escenario por el que discurren cientos de cofrades.
Procesiones que suceden, en ocasiones día y noche, todas ellas con su grado
de emotividad y hermosura. Pero si hubiera que destacar algunos momentos,
éstos serían los siguientes: el instante en el que La Hermandad Penitencial
de Nuestro Señor Jesús, Luz y Vida pasa por el Puente de Piedra, acto en el
Cementerio, donde interviene el Coro Sacro, el cuarteto Jesús, Luz y Vida y
el coro de la cofradía; también es para recordar cuando la Hermandad
Penitencial del Santísimo Cristo de la Buena Muerte llega a la Cuesta de Balborraz y entona el canto del ‘Jerusalem,
Jerusalem’, en la Plaza de Santa Lucía’. El rezo
del sermón es el momento más importante de la Hermandad Penitencial de las
Siete Palabras, mientras que la Cofradía del Santísimo Cristo de las Injurias
es conocida por la Procesión del Silencio.
La Hermandad Penitencial del Santísimo Cristo del Amparo tiene en el rezo del
Vía Crucis y el Miserere Castellano, en la plaza de San Claudio, sus momentos
más significativos; entre los actos más representativos de la Cofradía de la
Santa Vera Cruz ‘Disciplina y Penitencia’, una de las más antiguas, destaca
la Estación en la Catedral, la Reverencia en el atrio y el posterior desfile
por las calles del casco antiguo.
La Penitente Hermandad de Jesús Yacente tiene en su
Canto del Miserere, en la Plaza de Viriato, su
momento más brillante, mientras que la Cofradía de Jesús Nazareno
‘Congregación’ destaca por la salida del paso ‘Cinco de copas’ de la iglesia
de San Juan de la Puerta, donde se interpreta la ‘Marcha de Thalberg’. Posteriormente, tiene lugar en las Tres
Cruces, para degustar las tradicionales sopas de ajo, la reverencia de los
pasos a ‘La Soledad’, paso por la Plaza Mayor y, por último, entrada de la
Virgen en la iglesia de San Juan, mientras el resto se dirige hacia el Museo
de Semana Santa.
La Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias tiene como actos más destacados
el rezo de la Corona Dolorosa. Además, será entonado el ‘Stabat
Mater’ por parte del coro Sacro Jerónimo Aguado en
la plaza de la Catedral, mientras que al final se cantará, en la Plaza del
Fresco, la tradicional Salve en Honor de Nuestra Madre de las Angustias.
La Procesión de las Damas de la Santísima Virgen de la Soledad tiene como
principales instantes el Canto de la Salve, en la Plaza Mayor, seguido de los
compases del ‘Mater mea’,
‘Soledad’ y la ‘Marcha de Thalberg’.
Junta Pro Semana Santa
Detrás de toda la hermosura de esta Semana Santa se encuentra el trabajo en
silencio de la Junta Pro Semana Santa, que comenzó el 22 de abril de 1897.
Por aquel entonces, se la conocía como la Junta de Fomento de la Semana Santa
y fue impulsada por el entonces alcalde de la ciudad Ursicino
Álvarez. En esa primera etapa, hasta el año 1901, se incorporarán nuevos
pasos como ‘El paso de la Conducción al Sepulcro’ y ‘La Desnudez’.
Tras esa primera etapa que dura varios años, la Junta vive unos momentos de
desconcierto que se prolongarán hasta el año 1924 cuando comienza de nuevo a
dinamizarse. La nueva Junta de Fomento la preside el entonces presidente del
Santo Entierro, Ramiro de la Horna.
En este periodo se retoma el desfile del Cristo de las Injurias, se crea la
Cofradía del Silencio, se produce la reorganización de la cofradía de Nuestra
Madre, se consigue un aumento considerable del número de hermanos y se
encargan dos nuevos pasos ‘La Sentencia’ y ‘El retorno del Sepulcro’.
En 1931, la Junta cesa de nuevo en su actividad en un periodo de cambios
políticos que afectarán muy directamente a la Semana Santa.
Los años posteriores a la Guerra Civil corresponden con una época de
esplendor. Surgen las cofradías de la Tercera Caída, Vía Crucis y Jesús Yacente y se encargan dos nuevos pasos: ‘La Borriquita’ y
‘La Santa Cena’.
Hasta 1956 no se crearán nuevas hermandades, año en el que se comenzarán su
andadura la Hermandad de ‘Las Siete Palabras’, ‘Buena Muerte’ y ‘Espíritu
Santo’. También en esa época será en la que se pongan las bases del Museo de
Semana Santa que abrirá sus puertas en 1964.
Y, desde entonces hasta la actualidad, se ha producido un continuo
crecimiento que le ha llevado a ser considerada como una de las semanas
santas de todas cuantas se celebran en el país, gracias, en parte, a la labor
silenciosa de los miembros de la Junta Pro Semana Santa de Zamora.
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