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Artículo de D. Benjamín Charro sobre la Paz

Otro día de la paz

Un año más pedimos que se acaben los conflictos que enfrentan a pueblos y personas


Benjamín Charro Morán.  

BENJAMÍN CHARRO MORÁN. Un año más volvemos a las andadas sin que seamos capaces de atajar de una vez por todas el reguero de sangre con los que nos despertamos cada día. Un año más con la misma efemérides de siempre para concienciar a los niños cuando quienes más lo necesitan son quienes tienen la capacidad para inventarse las guerras. Una vez más pidiendo la paz en el mundo para pueblos hermanos condenados a un conflicto sin sentido que manda metralla sobre los pupitres y odio sobre la sangre hermana. Siempre lo mismo: inocentes en mitad de las balas sin que, al parecer, importe demasiado los sentimientos de las gentes. Siempre la paloma esperando anidar en el casco del soldado. Siempre espantándola con balas. Y una vez más los niños son testigos de una nueva masacre y de un conflicto que avergüenza sobre el eco de esos días atrás en los que aún se oía la misma cantinela de... "¡Paz a los hombres de buena voluntad!" ¿Dónde están esos hombres? ¿Cuándo los hombres seremos capaces de entendernos con los hombres?
Siempre lanzando globos al cielo e inventando cuentos de mentiras para disimular el sufrimiento. ¿Con qué argumentos nos podemos enfrentar ante los niños de hoy? Aunque tengamos razones, acaban por quitárnoslas por no empeorar más las cosas. Parece como si desconociéramos que las iras siempre dejan cicatrices en el alma.
Quizá es que estamos viviendo tiempos en los que el ser humano apenas sí es el centro de nada. Lo que es peor, ni siquiera el centro de la compasión, y es que con tantas portadas y noticieros rezumando sangre, tal vez nos estemos acostumbrando en demasía y hayamos perdido la sensibilidad. Olvidamos que cuando esto ocurre las sociedades acaban adormecidas en su indolencia y apenas si tienen ya sentido las palabras de consuelo. Si somos incapaces de detener una guerra hasta puede que poco a poco nos vayamos acostumbrando a ser meros espectadores o cómplices pasivos del señor de la guerra.
Ya sé que las guerras nunca son cuentos. Conocí una guerra que era, como todas, tonta y orgullosa. No servía para nada. Me quería convencer para que fuera su cómplice y amigo. Por supuesto, me negué. Le dije que en lugar de tirar bombas, misiles y balas podríamos intentar lanzarnos piropos, sentimientos, flores, claveles y lirios hasta que todas las guerras y quienes las "fabrican" lograran arrepentirse y decretasen de una vez por todas, para siempre, sin dilación, el alto el fuego eterno. Alto el fuego a la injusticia, a la pobreza, a la intolerancia, y a todas las guerras del mundo. Yo no era nadie y no me hizo caso, pero tal vez si fuéramos muchos lograríamos el sueño. Ya sé que no es fácil, pero todos estamos obligados a intentarlo, e igual que se ha cumplido el sueño de Luther King, tal vez un día logremos el sueño de que el mundo cambie y que todas las razas y culturas del mundo un abrazo logren darse, y en lugar de bombas y misiles corran por ríos, mares y aire palabras de amor. Ya sé que sólo es un sueño, y... "los sueños, sueños son".

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