¡Maestro!

¡Maestro!

Herminio Ramos, Cronista Oficial de Zamora, abandona su colaboración diaria en La Opinion-El Correo de Zamora, donde firmó varios miles de artículos

Herminio Ramos Pérez, en la Plaza de los Ciento, casco antiguo, donde se halla ubicada su casa Foto Javier de la Fuente

«¡Maestro!», se escucha una voz, nítida, cordial, casi devota, desde el fondo del quiosco. Pasa Herminio Ramos, animoso -silbando, o entonando por lo bajo no sé qué aria zarzuelera, o pegando la hebra con el primero que le ha saludado esta mañana-, Rúa adelante, camino de ida a la Plaza Mayor o camino de vuelta a la casa familiar, donde los Ciento. Va y viene. Con parada en La Opinion-El Correo de Zamora, donde abandona su colaboración diaria.

JESÚS HERNÁNDEZ. No faltará , sin embargo, la otra: La periódica. Y puntual... Este maestro, licenciado en Historia y en otros saberes de provecho (el Humanismo, que se sepa, no ha caducado), es jubiloso caminante. No hay penas a su lado. Las tristezas se dejan, tal vez, para la intimidad. O en la trastienda del ánimo. (Sólo le hiere, le causa daño, la falsedad y la acción traicionera del cercano). Da lecciones de templanza cuando el grito, ¿qué dices?, suele ser el argumento porque sí. Como si su fuerza estuviese en la voz alta y el gesto fiero. Las pasiones de este hombre son muchas. Podrían ser hasta diez: La conversación comunicadora de experiencias, el pasado y sus intríngulis, las cerámicas vivas y las desaparecidas o entoñadas, la lectura reposada en la noche -«hasta que perdí la luz»-, la escritura divulgadora, el afán de conocimiento, la veneración a quienes le dieron paso, la asistencia a los que toman el relevo, la disponibilidad y la constancia fructificadora. Estas diez pasiones podrían encerrarse, como aquel Decálogo, en dos: El amor a la historia y al pueblo llano sobre muchas y altas cosas.
Hombre de buena memoria y memorialista, de fe cierta -nunca le veréis, sin embargo, en los primeros bancos- y fedatario de una creencia redentora, de pedagogía y natural psicología. Herminio Ramos es hombre de aula -para él, traspasada la puerta, téngase como un santuario de los mayores- y de campo abierto a la luz, de mesa-camilla y de tribuna. Porque el profesor sayagués, pluriempleado del tiempo que nos consume para eternizarnos, también ha sido munícipe, delegado provincial de Cultura, consejero de Bellas Artes.... Pocas cosas han hecho asomar su indignación. La mayor fue, quizá, el derribo de la iglesia del convento de Las Marinas. Todavía le dura el disgusto. También le indigna, aunque de otra manera, el interesado caciquismo que no dejó progresar (o prosperar) a Zamora, que puso cerca sobre muralla. Qué tropa la de aquel Regimiento.
Su memoria? Es un arcón lleno de recuerdos (de sucesos varios, de nombres, de cronologías). Tira de ellos, y aparecen uno tras otro, como enristrados. ¿Acaso las evocaciones no son el verdadero paraíso, del que nunca podremos ser expulsados, en el que siempre estaremos a resguardo? Este profesor, antiguo coleccionista de monedas y de sellos, de recortes de prensa y de pensamientos, tiene buena vista para la amistad, para distinguir el trigo de la cizaña, para separar lo vivo de lo huero. Porque hay otra vista, que es pesquis, que ilumina para verlos venir: A los ladinos, los perfectos, los segurísimos. Mira por dónde: Los que nunca han hecho casi nada.
El idealista y pacificador se metió, con paso firme, en algunos andurriales. A ver, la Cerámica y todo eso (ya Feria, ya emblema). A ver, ¿el hombre, si creemos a la Biblia, no está hecho de barro, que antes fue seco terrón? El constante saca a relucir un lema personal: «Las tres "ces": Cabeza, codo y culo" (asiento). El éxito está ahí». Trabajador (qué importan las horas), dinámico (qué hacen esos mirando al cielo), desinteresado (¿quién, decid, que le consulta no obtiene buenos réditos?) Y sencillo, y bienhumorado, y optimista. Numerosa es su familia: de hijos, de afectos, de libros, de lealtades. Fue maestro de escuela (conoció posadas y opositó para no pasar más hambre que un ídem) y profesor de instituto (imposible desasnar a tantos tragaldabas). Sabe que, en el aula, hay palabras que son como bofetadas. Sabe que, en las hemerotecas, hay vidas que son como cenizas. Por eso, quizá, no da consejos. Ofrece pistas y detalles. Herminio? Herminio - espíritu decidido- es, también, María, tan callada y servicial, tan entregada y noble. Ahí. Sonriente y atenta.
Hay mucha "gasolina en el motor", que sí, del Cronista de Zamora, el de las palabras siempre alentadoras. (La conversación es un arte y, además, el talante no envejece). Del Maestro, que pone en lo más alto -cuántos artículos, cuantas "hemerografías"- a Moyano y Montesino, a Panero y Macho. O, mirando para otro lado, a Luis Chaves, Eugenio Cuadrado y Federico Cantero. Porque la Historia no es un panteón, sino una empresa común y solidaria. La actitud, esa actitud, también es magisterio. De los primeros. Herminio Ramos Pérez -ochenta y tantos, "de buen comer", viajero en tierra- tiene, como mínimo, una máxima: «La luz necesaria deja ver; en exceso, ciega». Eso.

 

 

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