BENJAMÍN CHARRO Herminio, permíteme el tuteo y el atrevimiento. Siento no haber estado presente en tu merecido y digno homenaje en el que Zamora te recordará, sin duda, más como un buen maestro que como cronista oficial, tarea que también desempeñas, como no podía ser menos, perfectamente y con gran honestidad. Ya sé que en ello has gastado tus ojos y has puesto tu alma. Merecido reconocimiento que con estas letras quiero también hacer mío y que nunca igualarán aquella tu caligrafía que mostrabas en tu memoria de prácticas de magisterio y de la que guardo una hermosa copia que merecería ponerla en las manos de esa tu escultura que parece reflejar toda tu serenidad, templanza y sabiduría. Letra gótica caligráfica que junto a la de otros maestros como Emilio Pinilla y otros de su época me llamaron siempre la atención. Letras hermosas frente a las que sentí y siento sana envidia. Caligrafía con alma de maestros.
Ya he indicado que para mí, ante todo, más que cronista te siento y te veo modelo de Maestro con mayúsculas. Maestro que siempre serás por tu sabiduría y saber transmitir. Figura siempre mirando hacia abajo porque abajo están los niños y la mirada de los humildes. En ti, Herminio, y, contigo, quisiera hacer extensivo el homenaje a todos los maestros que como tú pasaron a la historia en silencio entre tierra y piedras. Donde en estas tierras nuestras ser maestro es patrimonio de todos, porque esta es tierra de maestros.
Sé que además de ser buen maestro has sido y continúas siendo un buen padre, porque sabes bien que para ser un buen padre todos deberíamos ser antes maestros de nosotros mismos. Sé que has dado mucho a esta ciudad y sería ella poco agradecida si no te lo reconociese. A ti te debe la feria de la cerámica y hasta que La Tuda hoy sea más grande en el mapa de nuestra provincia.
Siento que tus ojos te limiten para seguir disfrutando de tus ricos artículos donde el maestro, los maestros y la tierra, siempre han estado presentes. Muchos de tus amigos fueron maestros y hoy, también, muchos de los maestros se sienten tus amigos. ¡Déjalos que así lo sientan, Herminio, amigo! Ahora te toca disfrutar de los tuyos y con los tuyos que estoy seguro se sienten y se sentirán orgullosísimos de toda tu trayectoria. Seguro que seguirán tu ejemplo en la constancia y en ese tú «sueño de tierra y barro».
Felicidades a toda la organización y, en especial, a mi buen amigo Dalmiro que, como siempre, como si le robase los pinceles de Luislo, el pintor de sueños, parece saber dar las pinceladas perfectas para dejar reflejo del buen saber de un Maestro honrado y sabio, entre otras muchas virtudes. Gracias, amigo Herminio. Nos quedó pendiente el Museo Pedagógico. ¡Ya hablaremos con doña Ángela!