HOMER Y YO (una historia real)
Hace un año yo tenia un Pastor Alemán (perro) se llamaba Homer. A mí, el perro me quería mucho. Un día fuimos a ver los cerdos de mi abuelo y llevamos a Homer.
Nada mas oír los cerdos se me puso a dar vueltas a mí alrededor.
Un día que me caí de la bici Homer, se sentó a mi lado y yo lo acaricié. Pero lo malo que tenía era que siempre tenía que meter una piedra. Si le echaba mi padre de comer, no comía. Le tenía que echar yo. Él me salvaba de si tenía peleas o me echaban de algún lugar. Un día que fui a la fuente de mi pueblo, que hay un tubo para beber y una charca muy grande para que se duchen los animales. Yo le dije: ¡tírate! Y se dio un chapuzón mientras yo bebía agua de la fuente. Cuando fuimos al río yo le dije a mi padre, ¡lleva a Homer! .
Cuando llegamos al río yo me tiré por un trampolín y él, también.
Se murió en el mes de Diciembre pasado, y yo le hice el agujero y se hice una ceremonia como si de una persona se tratase. Lo echo mucho de menos. Todos los días yo voy a ver su sepultura y le llevo flores silvestres que cojo en el campo. Lo tengo en la tierra de mi abuela, al lado de un caseto. Yo voy allí llueva, granice, nieve o truene. Yo, ¡voy!
Ahora cada vez que veo en la calle un pastor alemán me acuerdos de él.
David Garrote Vázquez
(3º A)
Gracias David, ¡Que bonito!,
Seguro que Homer está en el cielo de los perros
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